Durante estos días ha sido noticia, por sus trágicas consecuencias, el naufragio del crucero “Costa Concordia” el pasado 13 de enero, con 4.200 personas a bordo entre turistas y tripulantes. Es conocido que el buque navegó demasiado cerca de la costa de la isla de Giglio en el mar Tirreno y colisionó contra una roca abriendo una gran vía de agua. Una última maniobra de aproximación a la costa evitó una catástrofe mayor.
Tras leer los testimonios de las víctimas que sufrieron en carne propia este accidente se evidencia que no existía una adecuada planificación o se gestó terriblemente mal la situación de emergencia creada. Esto es una realidad lamentable, pero demasiado frecuente. En primer lugar se produjo un problema en la efectividad de la respuesta. El capitán dio la orden de evacuación unas dos horas después del accidente. En segundo lugar se produjo un problema de información. Durante ese tiempo, los pasajeros no supieron realmente qué estaba pasando, recibiendo el mensaje por la megafonía de que se trataba de un problema eléctrico y que todo estaba bajo control. Incluso en algunos casos, se comunicó a los pasajeros que volvieran a sus camarotes. Por último, se produjo un problema de adiestramiento y gestión de la evacuación. Son varios los testimonios de los pasajeros en los que se afirma que parte de la tripulación no sabía cómo actuar.
A pesar de los esfuerzos preventivos, las situaciones de emergencia ocurren en cualquier momento y en cualquier lugar. Para mitigar su efecto, todo entorno destinado a albergar personas debe contar con los adecuados medios de Protección y el preceptivo Plan de Autoprotección en donde se definen las actuaciones en caso de emergencia. Pero en la mayoría de las ocasiones, se desconoce a priori la eficacia de los medios y el Plan de Autoprotección es un documento de “cajón”, que muchas veces no se conoce y entrena, y como resultado pocas vecesse gesta correctamente en caso de un siniestro.
La gestión de emergencias es uno de los temas más complicados, y está escasamente abordado en la literatura técnica. La Conferencia Mundial sobre la Reducción de los Desastres de la ONU, celebrado en Hyogo, Japón en 2005, fue un punto de inflexión en esta temática, pasando a ocupar un lugar prioritario de la agenda internacional. El problema es que estos enfoques son extraordinariamente globales- orientados a desastres de magnitudes geográficas importantes- y no pueden ser aplicados a situaciones de emergencias en recintos cerrados (barcos, edificaciones, etc.). En 2007, el FEMA (Federal Emergency management Agency), constituyó un grupo de trabajo formado por profesionales y científicos para estudiar los principios de la gestión de emergencias. El grupo definió ocho principios fundamentales: 1) conocimiento del riesgo en su totalidad, 2) anticipación y prevención, 3) claras prioridades y recursos, 4) unificación de esfuerzos, 5) colaboración, 6) sincronización de actividades, 7) flexibilidad en las decisiones y 8) formación y ética del personal.
Para hacer frente a situaciones catastróficas, como la ocurrida en el “Costa Concordia”, resulta imprescindible profundizar en el conocimiento de los factores clave sobre los procesos de decisión y actuaciones de las personas implicadas en la emergencia, para que los medios e instalaciones de protección, y la gestión de la propia emergencia resulte eficaz en el objetivo de garantizar la vida humana.
Este es un aspecto trascendental para incrementar los niveles de seguridad de la sociedad sobre el que muchos investigadores venimos trabajando desde hace años, y en particular desde GIDAI venimos realizando aportaciones, a través de los resultados de numerosos Proyectos de Investigación, destacando en particular una Línea de Investigación sobre Evacuación en Medios e Infraestructuras de Transporte. En este sentido, resulta necesario un mayor esfuerzo para comprender estos procesos relativos al comportamiento humano para incorporar medidas y sistemas de gestión más eficaces, y que sean transferidos al ámbito real, a través de su incorporación en los estándares y requerimientos normativos.
Tras leer los testimonios de las víctimas que sufrieron en carne propia este accidente se evidencia que no existía una adecuada planificación o se gestó terriblemente mal la situación de emergencia creada. Esto es una realidad lamentable, pero demasiado frecuente. En primer lugar se produjo un problema en la efectividad de la respuesta. El capitán dio la orden de evacuación unas dos horas después del accidente. En segundo lugar se produjo un problema de información. Durante ese tiempo, los pasajeros no supieron realmente qué estaba pasando, recibiendo el mensaje por la megafonía de que se trataba de un problema eléctrico y que todo estaba bajo control. Incluso en algunos casos, se comunicó a los pasajeros que volvieran a sus camarotes. Por último, se produjo un problema de adiestramiento y gestión de la evacuación. Son varios los testimonios de los pasajeros en los que se afirma que parte de la tripulación no sabía cómo actuar.
A pesar de los esfuerzos preventivos, las situaciones de emergencia ocurren en cualquier momento y en cualquier lugar. Para mitigar su efecto, todo entorno destinado a albergar personas debe contar con los adecuados medios de Protección y el preceptivo Plan de Autoprotección en donde se definen las actuaciones en caso de emergencia. Pero en la mayoría de las ocasiones, se desconoce a priori la eficacia de los medios y el Plan de Autoprotección es un documento de “cajón”, que muchas veces no se conoce y entrena, y como resultado pocas vecesse gesta correctamente en caso de un siniestro.
La gestión de emergencias es uno de los temas más complicados, y está escasamente abordado en la literatura técnica. La Conferencia Mundial sobre la Reducción de los Desastres de la ONU, celebrado en Hyogo, Japón en 2005, fue un punto de inflexión en esta temática, pasando a ocupar un lugar prioritario de la agenda internacional. El problema es que estos enfoques son extraordinariamente globales- orientados a desastres de magnitudes geográficas importantes- y no pueden ser aplicados a situaciones de emergencias en recintos cerrados (barcos, edificaciones, etc.). En 2007, el FEMA (Federal Emergency management Agency), constituyó un grupo de trabajo formado por profesionales y científicos para estudiar los principios de la gestión de emergencias. El grupo definió ocho principios fundamentales: 1) conocimiento del riesgo en su totalidad, 2) anticipación y prevención, 3) claras prioridades y recursos, 4) unificación de esfuerzos, 5) colaboración, 6) sincronización de actividades, 7) flexibilidad en las decisiones y 8) formación y ética del personal.
Para hacer frente a situaciones catastróficas, como la ocurrida en el “Costa Concordia”, resulta imprescindible profundizar en el conocimiento de los factores clave sobre los procesos de decisión y actuaciones de las personas implicadas en la emergencia, para que los medios e instalaciones de protección, y la gestión de la propia emergencia resulte eficaz en el objetivo de garantizar la vida humana.
Este es un aspecto trascendental para incrementar los niveles de seguridad de la sociedad sobre el que muchos investigadores venimos trabajando desde hace años, y en particular desde GIDAI venimos realizando aportaciones, a través de los resultados de numerosos Proyectos de Investigación, destacando en particular una Línea de Investigación sobre Evacuación en Medios e Infraestructuras de Transporte. En este sentido, resulta necesario un mayor esfuerzo para comprender estos procesos relativos al comportamiento humano para incorporar medidas y sistemas de gestión más eficaces, y que sean transferidos al ámbito real, a través de su incorporación en los estándares y requerimientos normativos.
Fuente: http://www.elmundo.es/elmundo/2012/01/16/internacional/1326705119.html
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